andreti
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Amenacé un montón de veces con mi versión de la Carolina, pero me tomé mi tiempo.
La verdad es que recién ayer tuve un diagnostico definitivo de mi lesión; luego de dos semanas y media para que me sacaran una placa como la gente y me viera un traumatólogo “en serio” me confirman que tengo flor de fractura en el hombro derecho. Con mucha suerte, porque dicen que generalmente esta quebradura es tan salada que te manda derecho a cirugía.
Aquí la crónica (lentamente, escribo con la mano de palo):
Arranqué el día mal: pocas horas de sueño, poco desayuno y salida apurada aunque estaba a pocos kilómetros de San Carlos. Mi mujer – flor de gaucha – me acompañó; se queda más tranquila y me hace el aguante cuando sabe que voy solo por aquello de “si te pasa algo…”
Ya en la cola para retirar números y firmar los deslindes de responsabilidad aparecieron los sospechosos de siempre. Mucha cargada y amenazas habituales tipo “te saludo ahora por si después no veo”, etc.
Me sumé al grupo de calentamiento y ya allí metí la pata; en vez de andar suave y aumentar progresivamente el ritmo le empecé a dar fuerte. Como a eso se le sumo una demora de casi media hora en la largada, el resultado fue que en la largada estaba medio pasado de revoluciones. Me tomo el trabajo de ir a un cardiólogo y armar un plan de entrada en calor de acuerdo a mi edad y funcionamiento del cuore y después no le doy pelota…
La largada fue como pasa muchas veces: un montón de instrucciones que se escuchan más o menos y una salida con un tramo “a tren controlado” (para qué?) donde la mayoría arranca como si hubiera dejado la leche en el fuego.
Cruce de carretera por debajo de puente, pastito y al balastro!
No había hecho un kilómetro y estaba detonado; me pasaron cicloturistas, niños y ancianas en silla de ruedas. Skylined pasa con Aletree a la rueda y me grita que me prenda; tuve ganas de preguntarle donde quedaba el interruptor…
Así llegamos al primer sector de piso roto y yo andaba en el fondo acompañado por unos debutantes y escuchando el motor de la moto que cerraba la marcha atrás de la oreja. Detalle adicional: el domingo anterior me había caído en la salida que hubo en la zona conocida como encallado de la viuda (la Floresta) y me di un golpe considerable en una pierna, siguiéndole el tren a un grupito que anda muy fuerte. Tal vez con eso en la cabeza, andaba de lo más precavido mirando de reojo cada piedrita, zanja y pozo: léase muy lento.
La computadora me sonó avisando que llevaba media hora y cuando vi que todavía no había hecho 8 kilómetros, me quería matar. Allí nomás veo dos chicos de Trek Américas peleando con un inflador y me paro a darles el mío (no lo vi más, pero ya me lo van a reponer) y me gritan que siga y empiece a correr de una vez.
Parece que necesitaba un poco de aliento, porque a partir de allí sentí que las piernas se me soltaban, me bajaron las pulsaciones (venía repasado hasta ahí) y entré a tomar ritmo.
Empecé a dejar gente atrás; primero un grupito de debutantes que cuando me pasaron parece que les dio gracia que fuera tan lento en una chiva tan cara, luego fue el turno de las sillas de ruedas y los niños, en una bajada larga alcancé y empecé a tirar con una chica que tenía la malla de líder de su categoría y andaba lindo.
Así llegamos juntos al cruce del arroyo donde alcanzamos a un grupo de gente grande; unos se habían perdido – el sendero estaba señalado como el c*** – y el grupo tirando se agrandó hasta llegar al primer puesto de naranjas. Parece que compraron agua para los pagadores anticipados y no tuvieron en cuenta todos los que pagaron el domingo…
Allí se separaba el recorrido corto y quedamos un grupito chico persiguiendo a un par que llevaba casi una cuadra de ventaja.
Subida mediana, prendo el motor y me despego del grupo, que fácil es esto, che!
Justo ahí me suena la compu avisando otra media hora.
Vicho la distancia recorrida: casi 20 kilómetros! Vamos todavía!
Supongo que así funciona la adrenalina en concentraciones tóxicas: me agarró un desmanije de aquellos y solamente tenía en la cabeza alcanzar a los dos escapados.
Mi plan de ataque estaba clarito: en la bajada esa que viene los tomo y en la subida después de la cañadita me los como en dos panes.
Me sentía Napoleón marchando sobre Rusia: si no nieva los hago pelota.
Me olvidé que al Napo finalmente lo agarró el invierno…
Bajada rápida, mucha piedra y zanjas atravesadas, manos firmes, dedos índices en los frenos, cuerpo retrasado y agazapado en posición de ataque, vista alerta escaneando lo que viene en el suelo…
Uy, no!
Creo que me olvidé de la última.
Tenía a los dos tipos justo adelante y no les sacaba los ojos de la nuca, me abrí un poco para tener la línea libre para pasarlos y justo allí había una canaleta casi paralela a mi rueda delantera. Mordió la delantera, derrapó la trasera, pegó en la canaleta, al jorak la bici… y al jorak yo por encima!
Ente el grito que pegué y la sangre que me salía del brazo que se comió el golpe, el ciclista que se detuvo (uno de los que iba a pasar) se pegó flor de susto pero me hizo un aguante que no pude agradecerle.
Creo que fue él quien comunico el accidente.
El brazo derecho estaba muerto y al intentar pararme para agarrar la bici sentí un mareo como que me iba al suelo.
Me fui calmando y diciéndole muy canchero “no pasa nada gracias” a los que fueron pasando y preguntaban. Curiosamente un grupito mixto muy divertido parece que no me vio tirado en la cuneta y siguió como si nada.
Una hora y media más tarde llegó el camioncito de la organización, me levantó y me llevó hasta la ambulancia que parece que tenía orden de no moverse del lugar asignado. La “doctora” no me quiso tocar ni con un palo; solo cambio mi cabestrillo improvisado con tiras de la mochila por un trapito anudado.
Allá fuimos al deportivo donde mi mujer me esperaba medio en pánico y después medio caliente porque yo quería ir solo al hospital para que ella esperara y cuidara mi bicicleta (faltaba más!).
En la urgencia del sanatorio de San Carlos me metieron suero con calmantes y me dejaron esperando porque tenían un accidentado de moto con una pierna hecha bolsa.
Tres horas más tarde (?) el doctor me dio el alta (?) diciéndome que lo mío era un golpe muy fuerte pero al tacto no se apreciaba fractura. Pedí una placa y allí me di contra la burocracia criolla: que si, que no, que yo soy socio de la Española pero no tiene convenio con nadie en el interior, que me podían ir a buscar en ambulancia desde Montevideo para atenderme con cobertura, etc.
Mientras tanto mi esposa me hizo el aguante en el hospital y luego se fue al deportivo a buscar la bici y el coche y alguna ayuda de parte de la “organización”.
La bici la encontró allí paradita en un costado del gimnasio y se la llevó como se la podría haber levantado cualquiera; quiso avisarle a alguien que lo hacía, pero no le dieron bola, estaban con la premiación, el sorteo, o que se yo.
Tampoco la pudieron ayudar a cargar la bicicleta en el porta del auto, porque “no sabía cómo funcionaba” le contestó alguien. En fin… gauchos eran los de antes!
Finalmente, horas más tarde se topó en la puerta del sanatorio con alguien que se identificó como Trigo, que quiso entrar a preguntar por mí, pero parece que no lo dejaron.
La frutilla de la torta: en la planilla de clasificación no figuro ni como abandono. Será que realmente nunca fui a la Carolina, me caí en la ducha y todo esto lo aluciné por los calmantes?
Conclusiones:
Quien mal anda mal acaba decía mi abuela…
A menos que uno sea muy experimentado hay que tomarse las carreras con un poco de mucha calma. Como dice el Toto: hay que usar la cabecita.
La diferencia la hace el ciclista, pero hay bicis de gama alta que le pueden hacer creer a uno que es mejor de lo que realmente es.
Este deporte es sensacional pero tiene riesgos.
Uno nunca sabe que le puede pasar y conviene tener un plan mínimo de emergencia por si las moscas. De antemano.
Todos firmamos un “deslinde de responsabilidad” (alguien lo lee?) pero eso no debería significar que los organizadores se desentiendan de lo que nos pasa.
Se supone que la inscripción incluye un “seguro del BSE”; alguien lo vio? alguien sabe para qué sirve? qué cubre?
Si algún día vuelvo a correr, pago y firmo lo que sea, pero quiero tener bien clarito que además de obligaciones tengo algún derecho, de lo contrario no me sacan un mango nunca más.
El riesgo lo tomamos nosotros, el accidente nos puede pasar a nosotros, pero si no hay alguna cobertura mínima, quedamos en la misma situación que cuando salimos en barra y nos arreglamos solos.
Pero esas salidas no le dan de comer a nadie.
No lo digo con bronca; me da pena que uno se tenga que desayunar de algunas cosas de la manera más dura.
Final de la historia, con un mes o dos por delante de quietud y fisioterapia...
Me muero de ganas de volver a pedalear!!!
La verdad es que recién ayer tuve un diagnostico definitivo de mi lesión; luego de dos semanas y media para que me sacaran una placa como la gente y me viera un traumatólogo “en serio” me confirman que tengo flor de fractura en el hombro derecho. Con mucha suerte, porque dicen que generalmente esta quebradura es tan salada que te manda derecho a cirugía.
Aquí la crónica (lentamente, escribo con la mano de palo):
Arranqué el día mal: pocas horas de sueño, poco desayuno y salida apurada aunque estaba a pocos kilómetros de San Carlos. Mi mujer – flor de gaucha – me acompañó; se queda más tranquila y me hace el aguante cuando sabe que voy solo por aquello de “si te pasa algo…”

Ya en la cola para retirar números y firmar los deslindes de responsabilidad aparecieron los sospechosos de siempre. Mucha cargada y amenazas habituales tipo “te saludo ahora por si después no veo”, etc.
Me sumé al grupo de calentamiento y ya allí metí la pata; en vez de andar suave y aumentar progresivamente el ritmo le empecé a dar fuerte. Como a eso se le sumo una demora de casi media hora en la largada, el resultado fue que en la largada estaba medio pasado de revoluciones. Me tomo el trabajo de ir a un cardiólogo y armar un plan de entrada en calor de acuerdo a mi edad y funcionamiento del cuore y después no le doy pelota…

La largada fue como pasa muchas veces: un montón de instrucciones que se escuchan más o menos y una salida con un tramo “a tren controlado” (para qué?) donde la mayoría arranca como si hubiera dejado la leche en el fuego.
Cruce de carretera por debajo de puente, pastito y al balastro!
No había hecho un kilómetro y estaba detonado; me pasaron cicloturistas, niños y ancianas en silla de ruedas. Skylined pasa con Aletree a la rueda y me grita que me prenda; tuve ganas de preguntarle donde quedaba el interruptor…
Así llegamos al primer sector de piso roto y yo andaba en el fondo acompañado por unos debutantes y escuchando el motor de la moto que cerraba la marcha atrás de la oreja. Detalle adicional: el domingo anterior me había caído en la salida que hubo en la zona conocida como encallado de la viuda (la Floresta) y me di un golpe considerable en una pierna, siguiéndole el tren a un grupito que anda muy fuerte. Tal vez con eso en la cabeza, andaba de lo más precavido mirando de reojo cada piedrita, zanja y pozo: léase muy lento.
La computadora me sonó avisando que llevaba media hora y cuando vi que todavía no había hecho 8 kilómetros, me quería matar. Allí nomás veo dos chicos de Trek Américas peleando con un inflador y me paro a darles el mío (no lo vi más, pero ya me lo van a reponer) y me gritan que siga y empiece a correr de una vez.
Parece que necesitaba un poco de aliento, porque a partir de allí sentí que las piernas se me soltaban, me bajaron las pulsaciones (venía repasado hasta ahí) y entré a tomar ritmo.
Empecé a dejar gente atrás; primero un grupito de debutantes que cuando me pasaron parece que les dio gracia que fuera tan lento en una chiva tan cara, luego fue el turno de las sillas de ruedas y los niños, en una bajada larga alcancé y empecé a tirar con una chica que tenía la malla de líder de su categoría y andaba lindo.
Así llegamos juntos al cruce del arroyo donde alcanzamos a un grupo de gente grande; unos se habían perdido – el sendero estaba señalado como el c*** – y el grupo tirando se agrandó hasta llegar al primer puesto de naranjas. Parece que compraron agua para los pagadores anticipados y no tuvieron en cuenta todos los que pagaron el domingo…

Allí se separaba el recorrido corto y quedamos un grupito chico persiguiendo a un par que llevaba casi una cuadra de ventaja.
Subida mediana, prendo el motor y me despego del grupo, que fácil es esto, che!
Justo ahí me suena la compu avisando otra media hora.
Vicho la distancia recorrida: casi 20 kilómetros! Vamos todavía!
Supongo que así funciona la adrenalina en concentraciones tóxicas: me agarró un desmanije de aquellos y solamente tenía en la cabeza alcanzar a los dos escapados.
Mi plan de ataque estaba clarito: en la bajada esa que viene los tomo y en la subida después de la cañadita me los como en dos panes.
Me sentía Napoleón marchando sobre Rusia: si no nieva los hago pelota.
Me olvidé que al Napo finalmente lo agarró el invierno…
Bajada rápida, mucha piedra y zanjas atravesadas, manos firmes, dedos índices en los frenos, cuerpo retrasado y agazapado en posición de ataque, vista alerta escaneando lo que viene en el suelo…
Uy, no!
Creo que me olvidé de la última.

Tenía a los dos tipos justo adelante y no les sacaba los ojos de la nuca, me abrí un poco para tener la línea libre para pasarlos y justo allí había una canaleta casi paralela a mi rueda delantera. Mordió la delantera, derrapó la trasera, pegó en la canaleta, al jorak la bici… y al jorak yo por encima!
Ente el grito que pegué y la sangre que me salía del brazo que se comió el golpe, el ciclista que se detuvo (uno de los que iba a pasar) se pegó flor de susto pero me hizo un aguante que no pude agradecerle.
Creo que fue él quien comunico el accidente.
El brazo derecho estaba muerto y al intentar pararme para agarrar la bici sentí un mareo como que me iba al suelo.
Me fui calmando y diciéndole muy canchero “no pasa nada gracias” a los que fueron pasando y preguntaban. Curiosamente un grupito mixto muy divertido parece que no me vio tirado en la cuneta y siguió como si nada.
Una hora y media más tarde llegó el camioncito de la organización, me levantó y me llevó hasta la ambulancia que parece que tenía orden de no moverse del lugar asignado. La “doctora” no me quiso tocar ni con un palo; solo cambio mi cabestrillo improvisado con tiras de la mochila por un trapito anudado.
Allá fuimos al deportivo donde mi mujer me esperaba medio en pánico y después medio caliente porque yo quería ir solo al hospital para que ella esperara y cuidara mi bicicleta (faltaba más!).
En la urgencia del sanatorio de San Carlos me metieron suero con calmantes y me dejaron esperando porque tenían un accidentado de moto con una pierna hecha bolsa.
Tres horas más tarde (?) el doctor me dio el alta (?) diciéndome que lo mío era un golpe muy fuerte pero al tacto no se apreciaba fractura. Pedí una placa y allí me di contra la burocracia criolla: que si, que no, que yo soy socio de la Española pero no tiene convenio con nadie en el interior, que me podían ir a buscar en ambulancia desde Montevideo para atenderme con cobertura, etc.
Mientras tanto mi esposa me hizo el aguante en el hospital y luego se fue al deportivo a buscar la bici y el coche y alguna ayuda de parte de la “organización”.
La bici la encontró allí paradita en un costado del gimnasio y se la llevó como se la podría haber levantado cualquiera; quiso avisarle a alguien que lo hacía, pero no le dieron bola, estaban con la premiación, el sorteo, o que se yo.
Tampoco la pudieron ayudar a cargar la bicicleta en el porta del auto, porque “no sabía cómo funcionaba” le contestó alguien. En fin… gauchos eran los de antes!
Finalmente, horas más tarde se topó en la puerta del sanatorio con alguien que se identificó como Trigo, que quiso entrar a preguntar por mí, pero parece que no lo dejaron.
La frutilla de la torta: en la planilla de clasificación no figuro ni como abandono. Será que realmente nunca fui a la Carolina, me caí en la ducha y todo esto lo aluciné por los calmantes?
Conclusiones:
Quien mal anda mal acaba decía mi abuela…
A menos que uno sea muy experimentado hay que tomarse las carreras con un poco de mucha calma. Como dice el Toto: hay que usar la cabecita.
La diferencia la hace el ciclista, pero hay bicis de gama alta que le pueden hacer creer a uno que es mejor de lo que realmente es.
Este deporte es sensacional pero tiene riesgos.
Uno nunca sabe que le puede pasar y conviene tener un plan mínimo de emergencia por si las moscas. De antemano.
Todos firmamos un “deslinde de responsabilidad” (alguien lo lee?) pero eso no debería significar que los organizadores se desentiendan de lo que nos pasa.
Se supone que la inscripción incluye un “seguro del BSE”; alguien lo vio? alguien sabe para qué sirve? qué cubre?
Si algún día vuelvo a correr, pago y firmo lo que sea, pero quiero tener bien clarito que además de obligaciones tengo algún derecho, de lo contrario no me sacan un mango nunca más.
El riesgo lo tomamos nosotros, el accidente nos puede pasar a nosotros, pero si no hay alguna cobertura mínima, quedamos en la misma situación que cuando salimos en barra y nos arreglamos solos.
Pero esas salidas no le dan de comer a nadie.
No lo digo con bronca; me da pena que uno se tenga que desayunar de algunas cosas de la manera más dura.
Final de la historia, con un mes o dos por delante de quietud y fisioterapia...
Me muero de ganas de volver a pedalear!!!
